Un hombre le dijo a su compadre: —Vamos a ver si podemos ganar algo. El compadre le contestó: —Vamos, compa. Entonces s...
—Vamos a ver si
podemos ganar algo.
El compadre le
contestó:
—Vamos, compa.
Entonces se fueron.
Llevaban sus tortillas para comer. Cuando iban por el camino el hombre le dijo
a su compadre:
—Bueno, compa, vamos a
comenzar por comer tus tortillas.
—Bueno.
Iban caminando y
comiendo hasta que acabaron todas las tortillas del compadre. Entonces éste le
dijo al otro:
—Ya se acabaron mis
tortillas.
El compadre le
contestó:
—Pues, compadre,
tenemos mis tortillas. Pero sólo te las daré si me dejas sacarte los ojos.
Su compadre le dijo:
—Pues sácamelos.
Llegaron a donde había
una ceiba. Allí le sacó los ojos, y allí se quedó. Su compadre siguió su
camino. Regresó a su casa.
Cuando llegó la noche
el ciego tanteó su camino hasta llegar al tronco del árbol, y allí se durmió.
Entonces oyó a unos
brujos que estaban platicando en lo alto del árbol.
—De allá, de donde
vengo, el agua se ha secado.
El otro dijo:
—De donde yo vengo el
hijo del rey es ciego.
Los otros dijeron:
—Pero eso se puede
curar con las hojas de este árbol.
El hombre al que le
habían sacado los ojos oyó todo lo que dijeron, así que fue tentando por el
tronco hasta que encontró una hoja. Se la frotó en los ojos y sus ojos se
abrieron. ¡Ya podía ver!
Entonces se encaminó
hasta donde había oído que el agua se había secado. Cuando llegó allá habló con
el presidente y le dijo:
El presidente dijo:
—Sí, tráela.
Él trajo el agua y le
dieron una carga de dinero.
Entonces se fue hacia
donde había oído que el hijo del rey estaba ciego. Lo atendió hasta que quedó
bien. Le dieron otra carga de dinero.
Tenía el estómago hinchado, y ya estaba a punto de morir. Él
fue y le dijo:
—Si quieres, yo te
puedo curar.
—Sí, le dijo el rey. Cúrame.
Para curarlo sacó a un sapo que estaba debajo de la cama del
rey y que era lo que le causaba la enfermedad, y el rey se curó. Le dieron un
caballo cargado de dinero.
Entonces se fue a su casa con sus tres caballos cargados de
dinero. Lo acompañaron cinco soldados. Cuando llegó a su casa su esposa se puso
muy contenta.
Él le dijo a su mujer:
—Ve a pedirle a
nuestro compadre una taza para medir.
El compadre puso algo
pegajoso en el fondo de la taza y fue a llevársela, y entonces vio que era
dinero lo que estaba midiendo. El compadre dijo:
—Llévale a nuestro
compadre una jícara de dinero.
Cuando la señora le
llevó el dinero, el compadre le dijo:
— ¿Dónde consiguió
este dinero nuestro compadre?
Su comadre le
contestó:
—Allá, donde tú lo
dejaste.
—Dile a mi compadre
que lo voy a ir a ver al rato.
Entonces fue a ver a su compadre y le preguntó:
—Compadre, ¿dónde
conseguiste ese dinero?
Su compadre le
contestó:
—Allá, donde me
dejaste.
Entonces él le dijo:
— ¿Cuándo vamos a ir
otra vez?
El otro le contestó:
—Cuando tú quieras.
Emprendieron el camino
otra vez, y él le dijo:
—Bueno, compa, vamos a
comenzar por comer tus tortillas.
Después llegaron al
árbol y el compadre le dijo:
—Ahora, compadre, te
voy a sacar los ojos como tú me sacaste los míos.
El otro le contestó:
—Se puede.
Le sacaron los ojos, y
allí se quedó.
—Lunes y martes y
miércoles, tres: jueves y viernes y sábado, seis. Lunes y martes y miércoles,
tres; jueves y viernes y sábado, seis.
Entonces el ciego
continuó:
—Y domingo siete.
Entonces los brujos
dijeron:
—Agarren a ése que se
metió entre nosotros.
Agarraron al hombre, y
lo mataron.
Así termina la
historia del hombre que le sacó los ojos a su compadre.
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